lunes, 16 de septiembre de 2013

Analisis de texto
1. Responde.
  • ¿Quiénes son los protagonistas de la narración?
Recaredo y Suzette
  • ¿En qué lugar se desarrollaron las acciones?
En China
  • ¿Por qué razón Suzette rompe el busto de la emperatriz de China?
Porque tenia celos de ella

2. En el enunciado,La cubría un gran quitasol nipón. la palabra subrayada se puede remplazar por:


R/:Japonés

3.Explica el significado de las siguientes expresiones
  • Te llegará de perlas
Una solución para un problema que se está presentando
  • Ponme a los pies de Suzette
Cuando una persona quiere ser o estar en la situacion de Suzette

3. Consulta sobre Federico Chopin y completa la ficha

FEDERICO CHOPIN
Nacionalidad: Zelazowa Wola, actual Polonia
Fecha de Nacimiento: 1 de Marzo de 1810
Datos de su niñez y de su juventud: Nació en la aldea de Zdazowa Wola, terminó sus estudios co Zywmy
Ocupación: Pianista y compositor
Obras mas conocidas: Nocturno en EbMinute Walts y Raindrop preluda
Caracteristicas de sus obras: Son concretas
Causa y fecha de su muerte: 17 de Octubre de 1849, desapareció en 1849, se dice que murió de una epilepsia que le afectaba al tu-bulo 

4. Elabora una cartelera sobre China o Japón

China
Ubicación geográfica de China: La República de China está ubicada en el este de Asia. Limita al Norte con Mongolia, Rusia, al noroeste con Tayikistán, Kirguistán y Kazajstán al este con Corea del Norte, Mar Amarillo, Mar de China Oriental, al oeste con Pakistán y Afganistán, al sur con la India, Nepal, Miasma, Laos, Bután y Vietnam.

Extensión: Es el país más grande de Asia Oriental así como el más poblado del mundo con más de 1.300 millones de habitantes, aproximadamente la quinta parte de la población mundial. China es una república socialista gobernada por el Partido Comunista de China, según un régimen unipartidista que administra veintidós provincias, cinco regiones autónomas (Xining, Mongolia Interior, Tíbet, Ningxia, y Jiangxi), cuatro municipalidades (Pekín, Tianjin, Shanghái, y Chongqing) y dos Regiones Especiales con un alto nivel de autogobierno (Hong Kong y Macao). Su capital es Pekín y la ciudad más poblada del país es Shanghái.
China- 9´596,960 km

Idioma: Su idioma es el Mandarín estándar

Religión:   La religión tradicional china es la religión propia y autóctona del pueblo chino. Es una religión politeísta y con ciertos elementos del chamanismo y está profundamente influida por el budismo, el confucianismo y el taoísmo.

Moneda: Su moneda es Yuan chino

Bandera: La bandera de la República Popular China es un paño de color rojo que simboliza la revolución, con cinco estrellas amarillas de cinco puntas que simbolizan a su vez la unidad del pueblo revolucionario bajo la dirección del Partido Comunista de China. Como se puede apreciar, las estrellas pequeñas aparecen orientadas hacia la estrella de mayor tamaño.


Característica de su raza: Obvio que ojos rasgados, barba rala, cabello lacio, algo de pómulos salientes. No confundir con los japoneses, que son más bien bajos de estatura, y con piernas algo cortas.
Lugares de interés turísticos: La Gran Muralla está compuesta por una serie de fortificaciones de piedra y tierra, construidas y reconstruidas entre los siglos IV aC y el XVI dC para proteger las fronteras del norte del Imperio chino, de los pueblos nómadas de la estepa norte. El último informe estima la longitud de la Gran Muralla de la Dinastía Ming en 8852 km.
La Ciudad Prohibida (Palacio Imperial o Museo del Palacio), Patrimonio de la Humanidad desde 1987, irradia un sentimiento de grandeza y opulencia, un aura de pompa y majestuosidad que se ha prolongado a lo largo del tiempo. Esta ciudad secreta fue cerrada al mundo durante 500 años, aunque hoy sus 720.000 metros cuadrados de patios, pabellones, grandes salones jardines, y sus cerca de 10.000 habitaciones permanecen abiertos al público y se han convertido en uno de los sitios históricos más conocidos a nivel mundial.
Descubierto en 1974 al intentar un agricultor local excavar un pozo, el emplazamiento del ejército de terracota, enterrado en el 210 a.C junto con el primer emperador de la dinastía Qin, es un lugar impresionante. Las miles de figuras de tamaño humano poseen caras modeladas individualmente, así como estilos diferentes de armaduras según su rango. El museo del Ejército de Terracota se encuentra cerca de la ciudad de Xi’an en la provincia de Shaanxi.
Las montañas karst en Yangshuo, Guilin.
Estampadas en los billetes de 20 yuanes chinos, para muchos las llamativas columnas de montañas karst que se erigen desde las llanuras que rodean Guilin en Guangxi, forman la quintaesencia del paisaje chino. Un crucero por el pintoresco río Li desde Guilin hasta el muelle de Yangshuo es considerado un deber ineludible por muchos turistas. Las vistas son espectaculares.
Jiuzhaigou es una obra maestra de la naturaleza compuesta de paisajes de ensueño y maravillas de la naturaleza. Situada en la provincia de Sichuan, combina lagos de un azul cristalino, cascadas espectaculares, exuberantes bosques y montañas nevadas. Rodeado de pueblos tibetanos, es un emplazamiento perfecto para experimentar la cultura tibetana local.
Bases de su economía: La maquila y la agricultura.

Comida y vestuarios típicos: El kimono femenino se usaba con colores muchos más vivos que el de los hombres
La Muerte de la Emperatriz de China

Delicada y fina como una joya humana, vivía aquella muchachita de carne rosada, en la pequeña casa que tenía un saloncito con los tapices de color azul desfalleciente. Era su estuche.

¿Quién era el dueño de aquel delicioso pájaro alegre, de ojos negros y boca roja? ¿Para quién cantaba su canción divina, cuando la señorita Primavera mostraba en el triunfo del sol su bello rostro riente, y abría las flores del campo, y alborotaba la nidada? Suzette se llamaba la avecita que había puesto en jaula de seda, peluches y encajes, un soñador artista cazador, que la había cazado una mañana de mayo en que había mucha luz en el aire y muchas rosas abiertas.

Recaredo -capricho paternal, él no tenía la culpa de llamarse Recaredo- se había casado hacía año y medio -¿Me amas? -Te amo. ¿Y tú? -Con toda el alma. Hermoso el día dorado, después de lo del cura. Habían ido luego al campo nuevo, a gozar libres del gozo del amor. Murmuraban allá en sus ventanas de hojas verdes, las campanillas y las violetas silvestres que olían cerca del riachuelo, cuando pasaban los dos amantes el brazo de él en la cintura de ella, el brazo de ella en la cintura de él, los rojos labios en flor dejando escapar los besos. Después, fue la vuelta a la gran ciudad, al nido lleno de perfume, de juventud y de calor dichoso.

¿Dije ya que Recaredo era escultor? Pues si no lo he dicho, sabedlo.

Era escultor. En la pequeña casa tenía su taller, con profusión de mármoles, yesos, bronces y terracotas. A veces, los que pasaban oían a través de las rejas y persianas una voz que cantaba y un martilleo vibrante y metálico. Suzette, Recaredo, la boca que emergía el cántico, y el polpe del cincel.

Luego el incesante idilio nupcial. En puntillas, llegar donde él trabajaba, e inundándole de cabellos la nuca, besarle rápidamente. Quieto, quietecito, llegar donde ella duerme en su chaise longue, los piececitos calzados y con medias negras, uno sobre otro, el libro abierto sobre el regazo, medio dormida; y allí el beso es en los labios, beso que sorbe el aliento y hace que se abran los ojos inefablemente luminosos. Y a todo esto, las carcajadas del mirlo, un mirlo enjaulado que cuando Suzette toca de Chopin, se pone triste y no canta. !Las carcajadas del mirlo! No era poca cosa. -¿Me quieres? -¿No lo sabes? -¿Me amas? -¡Te adoro! Ya estaba el animalucho echando toda la risa del pico. Se le sacaba de la jaula, revolaba por el saloncito azulado, se detenía en la cabeza de un Apolo de yeso, o en la frámea de un viejo germano de bronce oscuro. Tiiiiiirit... rrrrrrich... fiii... ¡Vaya que a veces era malcriado e insolente en su algarabía! Pero era lindo sobre la mano de Suzette, que le mimaba, le apretaba el pico entre sus dientes hasta hacerlo desesperar, y le decía a veces con una voz severa que temblaba de terneza: !Señor mirlo, es usted un picarón!

Cuando los dos amados estaban juntos, se arreglaban uno al otro el cabello. «Canta», decía él. Y ella cantaba lentamente; y aunque no eran sino pobres muchachos enamorados, se veían hermosos, gloriosos y reales; él la miraba como a una Elsa, y ella le miraba como a un Lohengrin. Porque el Amor, ¡oh jóvenes llenos de sangre y de sueños!, pone un azul de cristal ante los ojos y da infinitas alegrías.

¡Cómo se amaban! Él la comtemplaba sobre las estrellas de Dios; su amor recorría toda la escala de la pasión, y era ya contenido, ya tempestuoso en su querer, a veces casi místico. En ocasiones dijérase aquel artista un teósofo que veía en la amada mujer algo supremo y extrahumano como la Ayesha de Ridder Hagard; la aspiraba como una flor, le sonreía como a un astro y se sentía soberbiamente vencedor al estrechar contra su pecho aquella adorable cabeza, que cuando estaba pensativa y quieta era comparable al perfil hierático de la medalla de un emperatriz bizantina.

Recaredo amaba su arte. Tenía la pasión de la forma; hacía brotar del mármol gallardas diosas desnudas de ojos blancos, serenos y sin pupilas; su taller estaba poblado de un pueblo de estatuas silenciosas, animales de metal, gárgolas terroríficas, grifos de largas colas vegetales, creaciones góticas quizá inspiradas por el ocultismo. ¡Y, sobre todo, la gran afición! Japonerías y chinerías. Recaredo era en esto un original. No sé qué habría dado por hablar chino o japonés. Conocía los mejores álbumes; había leído buenos exotistas, adoraba a Loti y a Judith Gautier, y hacía sacrificios por adquirir trabajos legítimos, de Yokohama, de Nagasaki, de Kioto o de Nankín o Pekín: los cuchillos, las pipas, las máscaras feas y misteriosas como las caras de los sueños hípnicos, los mandarinitos enanos con panzas de curbitáceos y ojos circunflejos, los monstruos de grandes bocas de batracio, abiertas y dentadas, y diminutos soldados de Tartaria, con faces foscas.

-¡Oh -le decía Suzette-, aborrezco tu casa de brujo, ese terrible taller, arca extraña que te roba a mis caricias!

Él sonreía, dejaba su lugar de labor, su templo de raras chucherías y corría al pequeño salón azul, a ver y mimar su gracioso dije vivo, y oír cantar y reír al loco mirlo jovial.

Aquella mañana cuando entró, vió que estaba su dulce Suzette, soñolienta y tendida, cerca de un tazón de rosas que contenía un trípode. ¿Era la Bella durmiente del bosque? Medio dormida, el delicado cuerpo modelado bajo una bata blanca, la cabellera castaña apelotonada sobre uno de los hombres, toda ella exhalando un suave olor femenino, era como una deliciosa figura de los amables cuentos que empiezan: «Éste era un rey...» 

La despertó:

-¡Suzette; mi bella!

Traía la cara alegre; le brillaban los ojos negros bajo su fez rojo de labor; llevaba una carta en la mano.

-Carta de Robert, Suzette. ¡El bribonazo está en China! «Hong Kong, 18 de enero...»-. Suzette, un tanto amodorrada, se había sentado y le había quitado el papel. ¡Conque aquel andariego había llegado tan lejos! «Hong Kong, 18 de enero...» Era gracioso. ¡Un excelente muchacho el tal Robert, con la manía de viajar! Llegaría al fin del mundo. ¡Robert, un grande amigo! Se veían como de la familia. Había partido hacía dos años para San Francisco de California. ¡Habríase visto loco igual!

Comenzó a leer.

«Hong Kong, 18 de enero de 1888.

»Mi buen Recaredo:

»Vine y vi. No he vencido aún.

»En San Francisco supe vuestro matrimonio y me alegré. Di un salto y caí en la China. He venido como agente de una casa californiana, importadora de sedas, lacas, marfiles y demás chinerías. Junto con esta carta debes recibir un regalo mío que, dada tu afición por las cosas de este país amarillo, te llegará de perlas. Ponme a los pies de Suzette, y conserva el absequio en memoria de tu

Robert.»




Ni más, ni menos. Ambos soltaron la carcajada. El mirlo, a su vez, hizo estallar la jaula en una explosión de gritos musicales.

La caja había llegado, una caja de regular tamaño, llena de marchamos, de números y de letras negras que decían y daban a entender que el contenido era muy frágil. Cuando la caja se abrió, apareció el misterio. Era un fino busto de porcelana, un admirable busto de mujer sonriente, pálido y encantador. En la base tenía tres inscripciones, una en caracteres chinescos, otra en inglés y otra en francés. La emperatriz de la China. ¡La emperatriz de la China! ¿Qué manos de artista asiático habían modelado aquellas formas atrayentes de misterio? Era una cabellera recogida y apretada, una faz enigmática, ojos bajos y extraños, de princesa celeste, sonrisa de esfinge, cuello erguido sobre los hombros columbinos, cubiertos por una honda de seda bordada de dragones, todo dando magia a la porcelana blanca, con tonos de cera, inmaculada y cándida. ¡La emperatiz de la China! Suzette pasaba sus dedos de rosa sobre los ojos de aquella graciosa soberana, un tanto inclinados, con sus curvos epicantus bajo los puros y nobles arcos de las cejas. Estaba contenta. Y Recaredo sentía orgullo de poseer su porcelana. Le haría un gabinete especial, para que viviese y reinase sola, como en el Louvre la Venus de Milo, triunfadora, cobijada imperialmente por el plafón de su recinto sagrado.

Así lo hizo. En un extremo del taller fromó un gabinete minúsculo, con biombos cubiertos de arrozales y de grullas. Predominaba la nota amarilla. Toda la gama, oro, fuego, ocre de Oriente, hoja de otoño, hasta el pálido que agoniza fundido en la blancura. En el centro, sobre un pedestal dorado y negro, se alzaba riendo la exótica imperial. Alrededor de ella había colocado Recaredo todas sus japonerías y curiosidades chinas. Las cubría un gran quitasol nipón, pintado de camelias y de anchas rosas sangrientas. Era cosa de risa, cuando el artista soñador, después de dejar la pipa y los pinceles, llegaba frente a la emperatriz, con las manos cruzadas sobre el pecho, a hacer zalemas. Una, dos, diez, veinte veces la visitaba. Era una pasión. En un plato de laca yokohamesa le ponía flores frescas todos los días.

Tenía, en momentos, verdaderos arrobos delante del busto asiático que le conmovía en su deleitable e inmóvil majestad. Estudiaba sus menores detalles, el caracol de la oreja, el arco del labio, la nariz pulida, el epicantus del párpado. ¡Un ídolo, la famosa emperatriz! Suzette le llamaba de lejos: -¡Recaredo!

-¡Voy! -y seguía en la contemplación de su obra de arte. Hasta que Suzette llegaba a llevárselo a rastras y a besos.

Un día, las flores del plato de laca desaparecieron como por encanto.

-¿Quién ha quitado las flores? -gritó el artista desde el taller.

-Yo -dijo una voz vibradora.

Era Suzette, que entreabría una cortina, toda sonrosada y haciendo relampaguear sus ojos negros.

Allá en lo hondo de su cerebro se decía el señor Recaredo, artista escultor: -¿Qué tendrá mi mujercita? No comía casi. Aquellos buenos libros desflorados por su espátula de marfil estaban en el pequeño estante negro, con sus hojas cerradas sufriendo la nostalgia de las blandas manos de rosa y del tibio regazo perfumado. El señor Recaredo la veía teriste. ¿Qué tendrá mi mujercita? En la mesa no quería comer. Estaba seria. ¡Qué sería! La mirada a veces con el rabo del ojo y el marido veía aquellas pupilas oscuras, húmedas, como si quisieran llorar. Y ella al responder, hablaba como los niños a quienes se ha negado un dulce. ¿Qué tendrá mi mujercita? ¡Nada! Aquel «nada» lo decía ella con voz de queja, y entre sílaba y sílaba había lágrimas.

¡Oh, señor Recaredo! Lo que tiene vuestra mujercita es que sois un hombre abominable. ¿No habéis notado que desde que esa buena de la emperatriz de la China ha llegado a vuestra casa, el saloncito azul se ha entristecido, y el mirlo no canta ni ríe con su risa perlada? Suzette despierta a Chopin, y lentamente hace brotar la melodía enferma y melancólica del negro piano sonoro. ¡Tiene celos, señor Recaredo! Tiene el mal de los celos, ahogador y quemante, como una serpiente encendida que aprieta el alma ¡Celos!

Quizá él lo comprendía, porque una tarde dijo a la muchachita de su corazón estas palabras, frente a frente, a través del mundo de una taza de café:

-Eres demasiado injusta. ¿Acaso no te amo con toda mi alma? ¿Acaso no sabes leer en mis ojos lo que hay dentro de mi corazón?

Suzette rompió a llorar. ¡Que la amaba! No, ya no la amaba. Habían huido las buenas y radiantes horas, y los besos que chasqueaban también eran idos, como pájaros en fuga. Ya no la quería. Y a ella, a la que él veía su religión, su delicia, su sueño, su rey, a ella, a Suzette, la había dejado por la otra.

¡La otra! Recaredo dio un salto. Estaba engañada. ¿Lo diría por la rubia Eulogia, a quien en un tiempo había dirigido madrigales?

Ella movió la cabeza: -No. ¿Por la ricachona Gabriela, de largos cabellos negros, blanca como un alabastro y cuyo busto había hecho? ¿O por aquella Luisa, la danzarina, que tenía una cintura de avispa, un seno de buena nodriza y unos ojos incendiarios? ¿O por la viudita Andrea, que al reír sacaba la punta de la lengua, roja y felina, entre sus dientes brillantes y marfilados?

No, no era ninguna de ésas. Recaredo se quedó con asombro. -Mira, chiquilla, dime la verdad. ¿Quién es alla? Sabes cuánto te adoro, mi Elsa, mi Julieta, amor mío.

Temblaba tanta verdad de amor en aquellas palabras entrecortadas y trémulas, que Suzette, con los ojos enrojecidos, secos ya de lágrimas, se levantó irguiendo su linda cabeza heráldica.

-¿Me amas?

-¡Bien lo sabes!

-Deja, pues, que me vengue de mi rival. Ella o yo, escoge. Si es cierto que me adoras, ¿querrás permitir que la aparte para siempre de tu camino, que quede yo sola, confiada en tu pasión?

-Sea- dijo Recaredo.

Y viendo irse a su avecita celosa y terca, prosiguió sorbiendo el café tan negro como la tinta.

No había tomado tres sorbos cuando oyó un gran ruido de fracaso en el recinto de su taller.

Fue: ¿Qué miraron sus ojos? El busto había desaparecido del pedestal de negro y oro, y entre minúsculos mandarines caídos y descolgados abanicos, se veían por el suelo pedazos de porcelana que crujían bajo los pequeños zapatos de Suzette, quien toda encendida y con el cabello suelto, aguardando los besos, decía entre carcajadas argentinas al marido asustado:

-Estoy vengada. ¡Ha muerto ya para tí la emperatriz de la China!

Y cuando comenzó la ardiente reconciliación de los labios, en el saloncito azul, todo lleno de regocijo, el mirlo, en su jaula, se moría de risa.

Glosario: 

Terracotas: Escultura de barro cocido


Chaise longue: Es un tipo de sofá con forma de silla que posee una prolongación lo suficientemente larga como para soportar las piernas.

Chopin: Fue un compositor y virtuoso pianista polaco considerado como uno de los más importantes de la historia. 

Apolo: Divinidad griega, protector de de las artes y guía de las musas.

Framéa: Especie de jabalina usada por los antiguos germanos.

Lohengrin: Es una ópera romántica en tres actos con música y libreto en alemán

Gárgolas: Es un ser imaginario reperesentado generalmente en piedra.

Grifos: Es una criatura mitológica, cuya parte superior es la de un águila.

Ocultismo: Supuesta ciencia espiritista de lo oculto y misteriaso de la naturaleza.
Loti: Es la moneda oficial del Reino de Lesotho

Judith Gautier: Fue una escritora, poeta, compositora y musicóloga francesa.

Hipnicos: Es un tipo de dolor de cabeza tiene unas características especificas.

Mandarinitos: Es el conjunto de dialectos.

Cucurbitáceas: Es una familia de plantas oriundas del Nuevo Mundo.

Fez: Es la tercera ciudad de Marruecos.

Marchamos: Caminar o avanzando a pie

Colombinos: Perteneciente, o relativo a Cristóbal Colón o algún miembro de su familia

Epicantus: Situación que se da en personas, principalmente que presentan una base de nariz ancha.

Zalemeas: Reverencia en muestra de sumisión

Yokohamesa: Es la capital de la prefectura de Kanagawa en Japón.